El triunfo de la derrota

derrotaUn día (cuya fecha no recuerdo y no me interesa investigar), mientras caminaba dentro de un complejo deportivo, se me acercó un niño al que nunca había visto en mi vida. Brasil va perdiendo 7-0, me dijo. Después me enteré de lo que hablaba.

Hay varias interrogantes que demandan mi atención. Una de ellas es porqué se me acercó el niño, qué me vio que lo hizo pensar que podría interesarme el marcador. Esta, en realidad, es una interrogante ociosa. Lo que me interesa es la razón por la que el niño dijo Brasil va perdiendo 7-0 en lugar de decir Alemania va ganando 7-0.

Esto fue una constante en el diálogo popular: Brasil perdió 7-1. Al parecer, la derrota de Brasil fue más categórica que el triunfo de Alemania. Cosa que resulta un tanto paradójica si tomamos en cuenta dos cosas: una, que quienes “hacen historia son los triunfadores”; y dos, que la gente, por lo regular, se ocupa por encumbrar los triunfos e ignorar los fracasos. No obstante, el mundo entero no paró de hablar de la derrota brasileña antes de comentar la victoria germana.

La celebridad del mito de David y Golliat se debe a la aparente ventaja que tenía el segundo sobre el primero, y que, a pasar de esto, David triunfó. Pero Alemania no era un escuálido y mañoso David. Alemania era el Golliat de Europa y Brasil el de América.

Alguien escribió que una de las desventajas de la globalización es que si cae uno caemos todos. La boca habla por la mente y de ella salen, verbalizadas y como escopetazo, cuanto produce nuestro cerebro individual y colectivo. Gracias a esta globalización (o mundialización, para utilizar un término más apropiado) no ha de sorprendernos que tanto en Oriente como en Occidente la gente habló de la derrota. Es decir, el discurso era el mismo en todas las culturas y en todos los estratos sociales. El fútbol, o mejor dicho, todo lo que se congrega en torno a este deporte, terminó por alienar la opinión mundial. En este caso despojó a la gente de su interés por el triunfo. El triunfo pasó a segundo término. Lo importante fue la derrota.

Esta alienación (que no se confunda con alineación), representa, entre otras cosas, el triunfo de la mundialización de ideas.

La Historia pronto olvidará el triunfo de Alemania, pero siempre recodará la derrota de Brasil. Con el paso del tiempo, la memoria colectiva aún tendrá presente el fracaso de Brasil, pero habrá olvidado quién lo derrotó. Se hablará, quizá, de un país europeo, tal vez nórdico, pero nada con precisión. Otros dirán que es un mito y que tal partido jamás se jugó, sino que se trata de un cuento que los ancianos cuentan a los niños para enseñarles el valor del triunfo y la emoción de la derrota.

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